Zúrich, Suiza - Bajo un cielo nublado, Su Santidad el Dalái Lama comenzó esta mañana su primer compromiso del día en Berna, concediendo una entrevista a Amira Hafner-Al Jabaji para el programa Sternstunde Philosophie de la televisión nacional suiza. Amira Hafner-Al Jabaji, una mujer musulmana comprometida con el diálogo entre religiones, comenzó preguntando cómo llegar a aquellos que no están preparados para el diálogo. Su Santidad le dijo:
«Somos seres humanos, todos tenemos la capacidad de adoptar una visión más a largo plazo, más holística. Tenemos esta maravillosa inteligencia. Si miramos un problema de cerca a menudo parece muy grave, pero si podemos verlo desde una perspectiva más amplia puede no parecer tan serio».
Reconocó que las principales tradiciones religiosas adoptan diferentes puntos de vista filosóficos y apuntó que, sin embargo, estos diferentes enfoques tienen el propósito común de fomentar la práctica común del amor, la tolerancia y la autodisciplina. A la pregunta de por qué creía que el budismo era tan atractivo para los europeos, Su Santidad respondió que su uso de la razón le otorgaba un atractivo para aquellos que tienen una mentalidad más científica.
En cuanto a las relaciones entre budistas y musulmanes, Su Santidad mencionó las estrechas conexiones que ha presenciado entre las dos comunidades en Ladakh, en el norte de la India. Recientemente se empeñó en visitar allí un templo budista, una mezquita suní y una mezquita chií en el mismo día para fomentar esta cordialidad. En cuanto a la situación de los musulmanes rohingya en Birmania, dijo que se encontraba en Washington DC cuando se enteró de los problemas a los que se enfrentan. Hizo un llamamiento a los budistas para que, cuando se sientan angustiados por la ira, recuerden el rostro de Buda, convencido de que si estuviera allí ofrecería protección a los musulmanes. Su Santidad confirmó que ha conversado sobre la crisis con Aung San Suu Kyi y la animó a intervenir.
La Sra. Hafner-Al Jabaji preguntó cómo se imagina Su Santidad el mundo dentro de 50 años. Él respondió:
«A principios del siglo XX, cuando las naciones entraban en guerra, los ciudadanos se sumaban sin rechistar a su apoyo. Más adelante en el siglo esa actitud parece haber cambiado. Los esfuerzos de Adenauer y de Gaulle por formar lo que se ha convertido en la Unión Europea pusieron fin a la hostilidad entre Alemania y Francia. Millones de personas de todo el mundo se manifestaron para oponerse a la guerra de Irak.
»En 1996 le pregunté a la Reina Madre de Inglaterra, que había observado casi todo el siglo XX en su vida, si creía que las cosas habían mejorado, seguían igual o habían empeorado. Ella dijo sin dudarlo que habían mejorado, en su juventud, comentó, no se hablaba como ahora de los derechos humanos y la autodeterminación.
»En otros lugares los regímenes totalitarios han sido derribados por su propio pueblo. En China, donde la religión fue atacada durante la Revolución Cultural, han surgido recientemente 400 millones de budistas y unos 200 millones de cristianos.
»Ciertamente, hay motivos para ser optimistas. Los descubrimientos de los científicos de que la naturaleza humana básica es positiva y compasiva son una fuente de esperanza. Cada vez son más las personas que comprenden que la paz mental es buena para el bienestar de las personas y de la comunidad en general».
En el estadio Kursaal, el presidente de la Casa de las Religiones, Giorgio Albisetti, presentó a Su Santidad ante una audiencia de 1400 personas y le pidió que les hablara sobre el diálogo y la solidaridad. Subiendo al podio, Su Santidad comenzó:
«Señores, respetados hermanos y mis otros hermanos, como animales sociales los 7.000 millones de seres humanos necesitan amigos, así que ¿por qué nos peleamos y nos matamos? Es porque tendemos a centrarnos demasiado en las diferencias secundarias entre nosotros, las diferencias de nacionalidad, raza, fe, pobreza y riqueza, si somos educados o no. Tendemos a vernos los unos a los otros en términos de "nosotros" y "ellos", lo que constituye la base del conflicto. Además, con poca visión de futuro, sólo nos fijamos en objetivos temporales.
»El único remedio es mirar las cosas a un nivel más profundo y fundamental, comprender que somos física, mental y emocionalmente iguales. Tenemos que vernos como seres humanos por igual. Una vez que nos veamos como hermanos y hermanas humanos no habrá ninguna base para lastimar o matar a los demás. Así que tenemos que desarrollar la idea de unidad de la humanidad.
»Quiero compartir con ustedes mi compromiso de promover la felicidad humana. Tendemos a pensar que la felicidad nos la dan el dinero y el poder, sin ver el papel de la mente y que la clave es la paz interior. Cuando estamos mentalmente angustiados, el confort físico aporta poco alivio, mientras que a menudo podemos soportar el dolor físico si estamos mentalmente en paz. El estilo de vida moderno se centra en objetivos materiales que no son suficientes por sí mismos para lograr la paz interior. Así que mi primer compromiso es educar a las personas en la perspectiva de que la calidez de corazón trae la paz interior y que una mente sana apoya una salud física sólida. Todos queremos vivir una vida feliz y hacerlo es nuestro derecho, pero en lugar de cumplir objetivos materiales lo que necesitamos es cultivar los valores interiores».
Su Santidad declaró que su segundo compromiso era el fomento de la armonía entre las religiones y reiteró su aprecio por la contribución activa que la Casa de las Religiones puede hacer a este respecto.
«Siempre que nos enfrentemos a conflictos de intereses —observó—, tenemos que pensar a nivel global. Somos interdependientes. Nos necesitamos mutuamente. En el mundo globalizado en el que vivimos ahora, aferrarse a las nociones de 'mi nación, mi fe, mi comunidad' está desfasado. En su lugar, debemos ser mucho más conscientes de la unidad de la humanidad y sobre esa base puede surgir un diálogo significativo. Debemos reconocer los derechos e intereses de los demás.
»Suelo decir que, dado que el siglo pasado fue una época de tanta violencia, tenemos que tener en cuenta el bienestar de los demás y hacer de éste un siglo de diálogo. Este énfasis en el diálogo requiere solidaridad con todos los seres humanos.
»Si creen que algo de lo que he dicho es útil, por favor, piensen más en ello. Conversen sobre ello con sus amigos. Así es como se difunden las ideas. No se trata de rezar a Jesús, a Buda o a Alá para que nos resuelvan los problemas».
El público respondió con un aplauso de aprobación. En el debate posterior con Juri Steiner, Su Santidad explicó que entablar un diálogo es difícil, porque tendemos a ser miopes y a quedarnos anclados en viejas formas de pensar. Una vez más, expresó su aprecio por la forma en que la UE se motiva anteponiendo los intereses de la comunidad en general a los de los miembros individuales por el bien general. Mencionó la franqueza y honestidad naturales de los niños y la necesidad de descubrir cómo preservarla a medida que crecen.
Respondiendo a las preguntas del público, afirmó que la decisión sobre si habrá un XV Dalái Lama está en manos del pueblo tibetano. Dijo que la cuestión de cómo se seleccionará a esa persona aún no se ha determinado, pero estuvo de acuerdo en que es perfectamente posible que sea una mujer. Aclaró su creencia de que hay valores universales, valores humanos, que se encuentran en todas las principales tradiciones religiosas, pero que no tenemos que ser necesariamente religiosos para encontrarlos.
Como respuesta a una pregunta sobre los extraterrestres, Su Santidad comentó que aunque podemos rezar por el bienestar de todos los seres sensibles, incluidos los de otras partes del universo, los seres con los que realmente podemos comprometernos y relacionarnos son los otros seres con los que compartimos este planeta.
En relación con la práctica de la paciencia, Su Santidad dejó claro que no la ejercitamos cuando estamos relajados y tranquilos, sino cuando estamos a punto de ceder a la ira.
«¿Desarrollo acaso la paciencia hacia el Buda? ¿Desarrollo la paciencia hacia mi madre? No, hacia mi malhumorado padre, quizás. Desarrollo la paciencia hacia los que podría llamar enemigos, por lo que podemos considerar con gratitud a nuestros enemigos como nuestros maestros».
Dándole las gracias una vez más por haber venido, el alcalde Alexander Tschappat acompañó a Su Santidad fuera del escenario. En el exterior, el camino desde el hotel hasta el coche estaba atestado de tibetanos deseosos de verlo e interactuar con él. Sonrió, saludó y estrechó la mano de algunos hasta que llegó al coche. Desde Berna se dirigió a Zúrich, donde mañana impartirá enseñanzas budistas por la mañana y por la tarde.