Que cuando vea seres de carácter desagradable
oprimidos por una fuerte negatividad y sufrimiento,
como si hubiera descubierto un tesoro de joyas,
los tenga en alta estima, pues son raros de encontrar.
Esta estrofa se refiere al caso especial de relacionarse con personas socialmente marginadas, tal vez por su comportamiento, su apariencia, su indigencia o a causa de alguna enfermedad. Quien practica la bodichita debe cuidar especialmente de estas personas, como si al conocerlas hubiera encontrado un verdadero tesoro. En lugar de sentirse repugnado, un verdadero practicante de estos principios altruistas debería comprometerse y asumir el reto de relacionarse con ellas. De hecho, la forma en que interactuamos con personas de este tipo podría dar un gran impulso a nuestra práctica espiritual.
En este contexto, quisiera señalar el gran ejemplo dado por muchos hermanos y hermanas cristianos que se dedican a las profesiones humanitarias y de asistencia especialmente dirigidas a los miembros marginados de la sociedad. Un ejemplo de ello fue la difunta Madre Teresa, que dedicó su vida al cuidado de los indigentes. Ella ejemplificó el ideal que se describe en esta estrofa.
Es por este importante punto que cuando me reúno con miembros de centros budistas en varias partes del mundo, a menudo les indico que no es suficiente que un centro budista simplemente tenga programas de enseñanza o meditación. Hay, por supuesto, centros budistas muy admirables, y algunos centros de retiro, donde los monjes occidentales han sido tan bien entrenados que son capaces de tocar el clarinete de la manera tradicional tibetana. Pero también enfatizo la necesidad de traer la dimensión social y solidaria a su programa de actividades, para que los principios presentados en las enseñanzas budistas puedan hacer una contribución a la sociedad.
Me alegra decir que he escuchado que algunos centros budistas están comenzando a aplicar socialmente los principios budistas. Por ejemplo, creo que en Australia hay centros budistas que están estableciendo hospicios, ayudando a los moribundos y cuidando a pacientes con SIDA. También he oído hablar de centros budistas que participan en algún tipo de educación espiritual en las prisiones, donde dan charlas y ofrecen asesoramiento. Creo que estos son buenos ejemplos. Por supuesto, es muy lamentable que estas personas, en particular los presos, se sientan rechazados por la sociedad. No sólo es profundamente doloroso para ellos, sino también desde un punto de vista más amplio, es una pérdida para la sociedad. No les estamos dando la oportunidad de hacer una contribución social constructiva cuando realmente tienen el potencial para hacerlo. Por lo tanto, creo que es importante que la sociedad en su conjunto no rechace a esas personas, sino que las acepte y reconozca la contribución potencial que pueden hacer. De esta manera, sentirán que tienen un lugar en la sociedad y comenzarán a pensar que tal vez tengan algo que ofrecer.