Con la determinación de alcanzar el objetivo más alto
para el beneficio de todos los seres sensibles
que supera incluso a la gema que cumple los deseos,
que yo los aprecie con cariño en todo momento.
Estas cuatro líneas tratan sobre cultivar un sentido de apreciación por todos los demás seres sensibles. El punto principal que esta estrofa enfatiza es la necesidad de desarrollar una actitud que te permita considerar a otros seres sensibles como preciosos, como si fueran joyas preciosas. La pregunta podría ser, «¿Por qué necesitamos cultivar el pensamiento de que otros seres sensibles son preciosos y valiosos?»
En cierto sentido, podemos decir que los otros seres sensibles son realmente la fuente principal de todas nuestras experiencias de alegría, felicidad y prosperidad, y no sólo en términos de nuestro trato diario con la gente. Podemos ver que todas las experiencias deseables que apreciamos o aspiramos a alcanzar dependen de la cooperación e interacción con otros seres. Es un hecho obvio. De manera similar, desde el punto de vista de un practicante en el sendero, muchos de los altos niveles de comprensión que obtienes y el progreso que haces en tu viaje espiritual dependen de la cooperación e interacción con otros seres. Además, en el estado resultante de la budeidad, las actividades verdaderamente compasivas de un buda pueden ocurrir espontáneamente sin ningún esfuerzo sólo en relación con los seres sensibles, porque ellos son los receptores y beneficiarios de esas actividades iluminadas. Así que podemos ver que otros seres sensibles son, en cierto sentido, la verdadera fuente de nuestra alegría, prosperidad y felicidad. Las alegrías y comodidades básicas de la vida tales como el alimento, el abrigo, la ropa y la compañía dependen de otros seres sensibles, al igual que la fama y el renombre. Nuestros sentimientos de comodidad y seguridad dependen de la percepción que otras personas tengan de nosotros y de su afecto por nosotros. Es casi como si el afecto humano fuera la base misma de nuestra existencia. Nuestra vida no puede comenzar sin afecto, y nuestro sustento, crecimiento apropiado, y así sucesivamente, todo depende de ello. Con el fin de lograr una mente tranquila, cuanto más tengamos un sentido de cuidar a los demás, más profunda será nuestra satisfacción. Creo que en el mismo momento en que desarrollamos un sentido de cariño, los demás parecen más positivos. Esto se debe a nuestra propia actitud. Por otro lado, si rechazamos a otros, estos se nos aparecerán de una manera negativa. Otra cosa que es bastante clara para mí es que en el momento en que pensamos sólo en nosotros mismos, el enfoque de toda nuestra mente se estrecha, y debido a este enfoque estrecho las cosas incómodas pueden parecer enormes y traernos miedo e incomodidad y una sensación de sentirnos abrumados por la miseria. Sin embargo, en el momento en que pensamos en otros con un sentido de cuidado, nuestra mente se ensancha. Dentro de ese ángulo más amplio, nuestros propios problemas parecen no tener importancia, y esto hace una gran diferencia. Si tienes un sentido de cuidar a los demás, manifestarás una especie de fuerza interior a pesar de tus propias situaciones y problemas difíciles. Con esta fuerza, tus problemas parecerán menos significativos y molestos. Al ir más allá de tus propios problemas y cuidar de los demás, adquieres fuerza interior, confianza en ti mismo, coraje y una mayor sensación de calma. Este es un claro ejemplo de cómo la manera de pensar de cada cual puede realmente marcar la diferencia.
El modo de vida del bodisatva (Bodhicaryavatara) dice que hay una diferencia fenomenológica entre el dolor que experimentas cuando tomas el dolor de otra persona sobre ti y el dolor que viene directamente de tu propio dolor y sufrimiento. En el primero, hay un elemento de incomodidad porque estás compartiendo el dolor ajeno; sin embargo, como Shantideva señala, también hay una cierta cantidad de estabilidad porque, en cierto sentido, estás aceptando voluntariamente ese dolor. En la participación voluntaria en el sufrimiento ajeno hay fuerza y confianza. Pero en este último caso, cuando estás sufriendo tu propio dolor y sufrimiento, hay un elemento de involuntariedad, y debido a la falta de control de tu parte, te sientes débil y completamente abrumado. En las enseñanzas budistas sobre el altruismo y la compasión, se usan ciertas expresiones tales como «Deberíamos ignorar nuestro propio bienestar y apreciar el bienestar de los demás». Es importante entender estas declaraciones con respecto a la práctica de compartir voluntariamente el dolor y sufrimiento de otra persona en su contexto apropiado. El punto fundamental es que si no tienes la capacidad de amarte a ti mismo, entonces simplemente no hay una base sobre la cual construir un sentido de cuidado hacia los demás.
El amor por ti mismo no significa que estés en deuda contigo mismo. Más bien, la capacidad de amarnos a nosotros mismos o de ser amables con nosotros mismos debe basarse en un hecho fundamental de la existencia humana: que todos tenemos una tendencia natural a desear la felicidad y a evitar el sufrimiento. Una vez que esta base existe en relación con nosotros mismos, podemos extenderla a otros seres sensibles. Por lo tanto, cuando encontramos afirmaciones en las enseñanzas tales como «Descuida tu propio bienestar y valora el bienestar de los demás», debemos entenderlas en el contexto de entrenarnos a nosotros mismos de acuerdo al ideal de la compasión. Esto es importante si no queremos dar rienda suelta a formas de pensar egocéntricas que ignoran el impacto de nuestras acciones en otros seres sensibles. Como dije antes, podemos desarrollar una actitud de considerar a otros seres como preciosos en el reconocimiento del papel que juega su bondad en nuestra propia experiencia de alegría, felicidad y éxito. Esta es la primera consideración. La segunda consideración es la siguiente: a través del análisis y la contemplación llegamos a ver que gran parte de nuestra miseria, sufrimiento y dolor realmente son el resultado de una actitud egocéntrica que aprecia el propio bienestar a expensas de los demás, mientras que gran parte de la alegría, felicidad y sentido de seguridad en nuestras vidas surgen de pensamientos y emociones que aprecian el bienestar de otros seres. Contrastar estas dos formas de pensamiento y emoción nos convence de la necesidad de considerar el bienestar de los demás como algo precioso.
Hay otro hecho relacionado con el cultivo de pensamientos y emociones que valoran el bienestar de los demás: el propio interés personal y los propios deseos se cumplen como subproducto de trabajar realmente para otros seres. Como señala Je Tsong Khapa en su Gran Exposición del Camino a la Iluminación (Lamrim Chenmo), «cuanto más se dedique el practicante a actividades y pensamientos centrados y dirigidos a la realización del bienestar de los demás, más ocurrirá que el cumplimiento o la realización de sus propias aspiraciones vendrá como un subproducto sin tener que hacer un esfuerzo separado». Algunos de ustedes pueden haber escuchado la observación, que hago con bastante frecuencia, de que en cierto sentido los bodisatvas, los practicantes compasivos del camino budista, son personas sabiamente egoístas, mientras que personas como nosotros somos tontamente egoístas. Pensamos en nosotros mismos y hacemos caso omiso de los demás, y el resultado es que siempre permanecemos infelices y pasamos un mal rato. Ha llegado el momento de pensar más sabiamente, ¿no? Esta es mi creencia. En algún momento surge la pregunta: «¿Realmente podemos cambiar nuestra actitud?»
Mi respuesta basada en mi poca experiencia es, sin dudarlo, «¡Sí!» Esto está bastante claro para mí. Lo que llamamos «mente» es bastante peculiar. A veces es muy obstinada y muy difícil de cambiar. Pero con un esfuerzo continuo y con una convicción basada en la razón, nuestras mentes son a veces bastante honestas. Cuando realmente sentimos que hay alguna necesidad de cambiar, entonces nuestras mentes pueden cambiar. Sólo desear y orar no transformará nuestra mente, pero con convicción y razón, razón basada en última instancia en nuestra propia experiencia, podemos transformar nuestra mente. El tiempo es un factor muy importante aquí, y con el tiempo nuestras actitudes mentales pueden ciertamente cambiar. Una observación que debo hacer aquí es que algunas personas, especialmente las que se consideran muy realistas y prácticas, son demasiado realistas y están obsesionadas con la practicidad. Pueden pensar, «La idea de desear la felicidad de todos los seres sensibles y la idea de cultivar pensamientos de apreciar el bienestar de todos los seres sensibles son poco realistas y demasiado idealistas. No contribuyen de ninguna manera a la transformación de la mente o a alcanzar ningún tipo de disciplina mental porque son completamente inalcanzables». Algunas personas pueden pensar en estos términos y sentir que tal vez un enfoque más efectivo sería comenzar con un círculo cercano de personas con las que tengamos una interacción directa. Piensan que más tarde se pueden ampliar y aumentar los parámetros. Sienten que simplemente no tiene sentido pensar en todos los seres sensibles ya que hay un número infinito de ellos. Es posible que sientan algún tipo de conexión con sus semejantes en este planeta, pero sienten que los seres sensibles infinitos en los múltiples sistemas y universos no tienen nada que ver con su propia experiencia como individuos. Pueden preguntarse: «¿Qué sentido tiene tratar de cultivar una mente que trata de incluir dentro de su esfera a cada ser viviente?» En cierto modo, puede ser una objeción válida, pero lo importante aquí es entender el impacto de cultivar tales sentimientos altruistas.
El punto es tratar de desarrollar el alcance de la empatía de tal manera que pueda extenderse a cualquier forma de vida que tenga la capacidad de sentir dolor y experimentar felicidad. Se trata de definir un organismo vivo como un ser sensible. Este tipo de sentimiento es muy poderoso, y no hay necesidad de poder identificarse, en términos específicos, con cada ser vivo para que sea efectivo. Tomemos, por ejemplo, la naturaleza universal de la transitoriedad. Cuando cultivamos el pensamiento de que las cosas y los eventos son transitorios, no necesitamos considerar cada cosa que existe en el universo para estar convencidos de la transitoriedad. No es así como funciona la mente. Así que es importante apreciar este punto.
En el primer verso, hay una referencia explícita al agente «Yo»: «Que siempre considere a los demás preciosos.» Quizás una breve discusión sobre la comprensión budista de a qué se está refiriendo este «yo» podría ser útil en este momento. En términos generales, nadie discute que la gente, tú, yo y otros, existen. No cuestionamos la existencia de alguien que sufre la experiencia del dolor. Decimos «Yo veo esto y aquello» y «Yo oigo esto y aquello», y usamos constantemente el pronombre en primera persona en nuestro discurso. No hay duda de la existencia del nivel convencional del «yo» que todos experimentamos en nuestra vida cotidiana. Sin embargo, surgen preguntas cuando tratamos de entender qué es realmente ese «yo». Al sondear estas preguntas podemos tratar de extender el análisis un poco más allá de la vida cotidiana; podemos, por ejemplo, acordarnos de nosotros mismos en nuestra juventud. Cuando recordamos algo de nuestra juventud, tenemos una sensación de identificación con el estado del cuerpo y nuestro sentido de «nosotros mismos» a esa edad. Cuando éramos jóvenes, había un «yo». Cuando envejecemos hay un «yo». Hay también un «yo» que impregna ambas etapas. Un individuo puede recordar sus experiencias de juventud. Un individuo puede pensar en sus experiencias de la vejez, y así sucesivamente. Podemos ver una estrecha identificación con nuestros estados corporales y el sentido del «yo», nuestra conciencia del «yo». Muchos filósofos y, en particular, pensadores religiosos han buscado comprender la naturaleza del individuo, ese «yo» o «identidad» que mantiene su continuidad en el tiempo. Esto ha sido especialmente importante dentro de la tradición india. Las escuelas indias no budistas hablan de atman, que se traduce más o menos como «yo» o «alma»; y en otras tradiciones religiosas no indias escuchamos discusiones sobre el «alma» del ser y así sucesivamente. En el contexto indio, atman tiene el significado distintivo de un agente que es independiente de los hechos empíricos del individuo. En la tradición hindú, por ejemplo, hay una creencia en la reencarnación, que ha inspirado mucho debate. También he encontrado referencias a ciertas formas de práctica mística en las que una conciencia o alma asume el cuerpo de una persona recién muerta. Si queremos dar sentido a la reencarnación, si queremos dar sentido a que un alma asuma otro cuerpo, entonces debemos postular algún tipo de agente independiente que sea independiente de los hechos empíricos del individuo. En general, las escuelas indias no budistas han llegado más o menos a la conclusión de que el «yo» realmente se refiere a este agente independiente o atman. Se refiere a lo que es independiente de nuestro cuerpo y mente. Las tradiciones budistas en general han rechazado la tentación de postular un «yo», un atman, o un alma que sea independiente de nuestro cuerpo y mente. Entre las escuelas budistas hay consenso sobre el punto de que el «yo» o «identidad» debe entenderse en términos de la agregación de cuerpo y mente. Pero en cuanto a lo que, exactamente, nos estamos refiriendo cuando decimos «yo», ha habido divergencia de opiniones incluso entre los pensadores budistas. Muchas escuelas budistas sostienen que en última instancia debemos identificar el «yo» con la conciencia de la persona. A través del análisis, podemos mostrar cómo nuestro cuerpo es una especie de hecho contingente y que lo que continúa a través del tiempo es realmente la conciencia del ser.
Por supuesto, otros pensadores budistas han rechazado el movimiento de identificar el «yo» con la conciencia. Pensadores budistas como Buddhapalita y Chandrakirti han rechazado el impulso de buscar algún tipo de «yo» eterno, permanente o duradero. Han argumentado que seguir ese tipo de razonamiento es, en cierto sentido, sucumbir a la necesidad arraigada de aferrarse a algo. Un análisis de la naturaleza del «yo» a lo largo de estas líneas no producirá nada porque la búsqueda involucrada aquí es metafísica; es una búsqueda de un yo metafísico en el cual, según Buddhapalita y Chandrakirti argumentan, estamos yendo más allá del dominio de la comprensión del lenguaje y la experiencia diaria. Por lo tanto, el «yo», la persona y el agente deben ser entendidos puramente en términos de cómo se experimenta nuestro sentido del «yo». No debemos ir más allá del nivel de la comprensión convencional del «yo» y de la persona. Debemos desarrollar una comprensión de nuestra existencia en términos de nuestra existencia corporal y mental de modo que el «yo» y la persona sean en cierto sentido entendidos como designaciones dependientes de la mente y el cuerpo. Chandrakirti usó el ejemplo de un carro en su Introducción al Camino Medio (Madhyamakavatara). Cuando sometemos el concepto de carro al análisis, nunca vamos a encontrar algún tipo de carro metafísicamente o sustancialmente real que sea independiente de las partes que constituyen el carro. Pero esto no significa que el carro no exista. Del mismo modo, cuando sometemos el «yo», la naturaleza del «yo», a tal análisis, no podemos encontrar un «yo» independiente de la mente y del cuerpo que constituya la existencia del individuo o del ser. Esta comprensión del «yo» como un ser originado de manera dependiente debe extenderse también a nuestra comprensión de otros seres sensibles. Los otros seres sensibles son, una vez más, designaciones que dependen de la existencia corporal y mental. La existencia corporal y mental se basa en los agregados, que son los componentes psicofísicos de los seres.