Me siento muy alentado al saber que habrá una conmemoración mundial en el 50º aniversario de la adopción y firma de la Declaración Universal de Derechos Humanos. También me alegra mucho saber que la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos está fomentando un estudio mundial y la difusión del texto de la Declaración Universal de Derechos Humanos para que la gente corriente comprenda plenamente los derechos que le corresponden.
Los derechos humanos son de interés universal porque es la naturaleza inherente de todos los seres humanos anhelar la libertad, la igualdad y la dignidad y tienen derecho a alcanzarlos. Nos guste o no, todos hemos nacido en este mundo como parte de una gran familia humana. Ricos o pobres, educados o incultos, pertenecientes a una nación u otra, a una religión u otra, adheridos a esta o aquella ideología, en última instancia cada uno de nosotros es sólo un ser humano como todos los demás. Todos deseamos la felicidad y ninguno quiere el sufrimiento.
Algunos gobiernos han afirmado que las normas de derechos humanos establecidas en la Declaración Universal de Derechos Humanos son las que defiende Occidente y no se aplican a Asia ni a otras partes del Tercer Mundo debido a las diferencias de cultura y desarrollo social y económico. No comparto esta opinión y estoy convencido de que la mayoría de la gente corriente tampoco la apoya. Creo que los principios establecidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos constituyen algo así como una ley natural que deberían seguir todos los pueblos y gobiernos.
Me alienta la preocupación generalizada por la violación de los derechos humanos, ya sea en el Tíbet o en cualquier otra parte del mundo. La gente en todas partes se ha dado cuenta de la gran importancia y valor de los derechos humanos. No sólo ofrece una perspectiva de alivio a muchas personas que sufren, sino que también es una indicación del progreso y desarrollo de la humanidad. Creo que la preocupación por las violaciones de los derechos humanos y el esfuerzo por proteger los derechos humanos representa un gran servicio para las personas de las generaciones presentes y futuras.
A un año del comienzo del siglo XXI, nos encontramos con que el mundo se está convirtiendo en una sola familia global. Nos unen los notables avances de la ciencia y la tecnología, que nos permiten compartir información al instante, y los graves y comunes problemas de la superpoblación, la disminución de los recursos naturales y la crisis ambiental que amenazan los cimientos mismos de nuestra existencia en este planeta. Los derechos humanos, la protección del medio ambiente y la igualdad social y económica están interrelacionados. En todas estas cuestiones, creo que un sentido de responsabilidad universal es la clave para la supervivencia y el progreso de la humanidad. También es la mejor base para la paz mundial y la promoción de los derechos humanos y una cultura política de no violencia y diálogo en la resolución de conflictos humanos.
Para concluir, deseo aprovechar esta oportunidad para encomiar y expresar mi profunda admiración y respeto por los defensores de los derechos humanos en todo el mundo. Estas personas están marcando una verdadera diferencia en la vida de las personas al documentar los abusos de los derechos humanos y trabajar para aliviarlos. Considero que el trabajo de derechos humanos o el activismo es una especie de práctica espiritual. Defendiendo a las personas que has sido perseguidas por su raza, religión, etnia o ideología, están contribuyendo a guiar a nuestra familia humana hacia la paz, la justicia y la dignidad.
7 de diciembre de 1998
Dharamsala