Discurso de Su Santidad el Dalai Lama Ante la Comisión de Derechos Humanos del Congreso de Estados Unidos, Washington DC, 21 de septiembre de 1988
La interdependencia en el mundo actual es cada vez mayor, por lo tanto, sólo podrá lograrse una paz duradera –nacional, regional y global- teniendo en cuenta intereses más amplios, en lugar, de centrarnos sólo en necesidades locales. En la actualidad es crucial que todos, tanto el fuerte como el débil contribuyamos de la manera que mejor podamos a ese fin. Hoy, les hablo como líder del pueblo tibetano y como monje budista dedicado a los principios de una religión que está basada en el amor y en la compasión. Por sobre todo, estoy aquí como un ser humano que está destinado a compartir este planeta como hermanos y hermanas con ustedes y con todos los demás seres humanos,. A medida que el mundo se achica nosotros nos necesitamos más que en el pasado. Esta verdad abarca a todo el mundo incluido al continente desde donde provengo.
En la actualidad, tanto en Asia, como en cualquier otra parte del mundo las tensiones son altas. Existen conflictos en Medio Oriente, en el Sudeste Asiático, y en mi propio país, el Tíbet. En gran medida estos problemas son síntomas de tensiones subyacentes entre los grandes poderes de la región. Para poder resolver los conflictos regionales se requiere de un enfoque que tome en cuenta los intereses de todos los países y de todos los pueblos, tanto grandes como pequeños. Salvo que se tomen soluciones integrales que consideren las aspiraciones de los más directamente afectados, las soluciones graduales, como medidas meramente momentáneas sólo provocarán nuevos problemas.
El pueblo tibetano está deseoso por contribuir a la paz regional y mundial, y creo que está en una posición única para poder hacerlo. Por tradición, el tibetano es un pueblo amante de la paz y de la no violencia. Desde que el budismo fue introducido en Tíbet mas de mil años atrás, los tibetanos hemos practicado la no violencia hacia todas las formas de vida, actitud que también se extendió a las relaciones internacionales de nuestro país. La ubicación altamente estratégica del Tíbet, en el corazón de Asia, separando los poderosos del continente –India, China y la URSS- le brindó a través de la historia un rol esencial en el mantenimiento de la paz y de la estabilidad. Esta es precisamente la razón por la cual en el pasado, los imperios tuvieron la precaución de mantenerse fuera del Tíbet. El valor del Tíbet como estado tapón era básico para la estabilidad de la región.
Cuando la recientemente formada, República Popular China invadió el Tíbet entre 1949 y 1950 dio origen a un nuevo tipo de conflicto. Esto salió a la superficie después de que el pueblo tibetano se levantara contra los chinos y de mi huida a India en 1959, las tensiones entre China e India aumentaron hasta desembocar en la guerra por la frontera en 1962. En la actualidad un gran número de tropas están de nuevo apostadas a ambos lados del Himalaya y nuevamente la tensión es en extremo alta.
Por supuesto que la verdadera razón no es la demarcación de la frontera indo-tibetana. La verdadera razón es la ilegal ocupación china del Tíbet, ya que le ha otorgado a ésta el acceso directo al sub-continente. Las autoridades chinas intentaron tergiversar esta cuestión aduciendo que el Tíbet siempre fue parte de China. Esto es falso. Tíbet fue un estado completamente independiente hasta que la República Popular China lo invadió entre 1949 y 1950.
Nuestro país fue capaz de mantener su independencia, desde más de mil años atrás, en que los emperadores tibetanos unificaron al Tíbet y hasta mediados de este siglo. Hubo momentos en los cuales el Tíbet extendió su influencia sobre países vecinos y sobre su gente y en otros períodos estuvo bajo influencia de poderosos gobernantes extranjeros –los Mongoles, los Gurkas de Nepal, los emperadores Manchú y de los Británicos en India.
Por supuesto que no es un hecho infrecuente que los estados caigan bajo influencia o interferencia extranjeras. A pesar de que, las denominadas relaciones satélites tal vez sean el mejor ejemplo de ésto, la mayoría son poderosos que ejercen influencia sobre los aliados o vecinos menos poderosos. Como lo han demostrado estudios legales autorizados en el caso del Tíbet, los ocasionales sojuzgamientos a influencias foráneas nunca conllevó la pérdida de su independencia. Por lo tanto, no puede haber duda alguna en que cuando que el ejército comunista de Pekín invadió al Tíbet, el Tíbet, era, en todos los aspectos un estado independiente.
La agresión de China, fue condenada por casi todas las naciones del mundo libre como una flagrante violación al derecho internacional. Mientras que, la ocupación militar del Tíbet continué, el mundo debería recordar que según el derecho internacional el Tíbet, aun hoy es una estado soberano, a pesar de que los tibetanos perdieron su libertad- bajo ocupación ilegal,.
No es mi intención comenzar una discusión política-legal sobre el estatus del Tíbet. Sólo quiero enfatizar la verdad única e indiscutible y es que nosotros, los tibetanos, somos gente con cultura, lenguaje, religión e historia propias. Pero que hoy, a pesar de la ocupación china, el Tíbet aun hoy ocupa su rol natural de país mediador manteniendo y promoviendo la paz en Asia.
Es mi sincero deseo al igual que el del pueblo tibetano en su totalidad, devolverle al Tíbet su invalorable rol, convirtiendo el país entero –incluyendo las tres provincias de U-Tsang, Kham y Amdo- en un lugar de estabilidad, paz y armonía. El Tíbet extenderá su servicio y su hospitalidad a todo aquel que promueva la paz mundial, el bienestar de la humanidad y que proteja el medio ambiente natural que compartimos, siguiendo los mejores postulados de la tradición budista,
A pesar, del holocausto impuesto a nuestro pueblo en las pasadas décadas de ocupación, siempre me he esforzado por encontrar una solución a través de la discusión directa y honesta con el gobierno chino. En 1982 después del cambio en el liderazgo chino y del restablecimiento de contactos directos con el gobierno de Pekín, envié allí a mis representantes para dar comienzo a las conversaciones sobre el futuro de mi gente y de mi país
Comenzamos el diálogo con una actitud sincera y positiva y con buena disposición para tomar en cuenta las necesidades de la República Popular China. esperé que esta actitud fuera recíproca y que finalmente se encontrara una solución que satisficiera y que protegiera las aspiraciones e intereses de ambas partes. China, desafortunadamente, contestó a todos nuestros esfuerzos en forma sistemática de manera defensiva enumerando las reales dificultades del Tíbet como meras críticas a su gobierno.
Para nuestra, aún mayor, consternación el gobierno chino malogró la oportunidad de un diálogo genuino, y, en lugar de abocarse a las verdaderas cuestiones relacionadas con los seis millones de tibetanos, China intentó minimizar la cuestión tibetana reduciéndola hacia mi estatus personal.
Es en este, marco histórico y, en respuesta al enorme apoyo y aliento que me han brindado ustedes como otras personas que conocí en este viaje, que deseo esclarecer los principales puntos y de ofrecer con espíritu abierto y conciliador, un primer paso hacia una solución duradera. Espero que esto pueda contribuir a un futuro de amistad y de cooperación con todos nuestros vecinos incluyendo al pueblo chino.
Este plan de paz contiene cinco principios básicos:
1. Transformar a todo el Tíbet en una zona de paz;
2. Abandono de la política china de traslado de población, por ser ésta una amenaza a la existencia misma de los tibetanos;
3. Respeto por los derechos humanos básicos y por las libertades democráticas de los tibetanos;
4. Restauración y protección del medio ambiente natural del Tíbet y que China ponga fin al uso del Tíbet como base para la producción de armas nucleares y como basurero nuclear;
5. Comienzo de negociaciones en serio sobre el futuro estatus del Tíbet y de las relaciones entre el pueblo tibetano y el pueblo chino.
Permítanme explicar estos cinco puntos.
1. El objetivo de establecer la zona de paz sería el de conservar el rol histórico del Tíbet como nación budista, pacifica, neutral y de estado tapón para separar los grandes poderes del continente. También concordaría con la propuesta de Nepal de declarar a éste zona de paz y con el apoyo declarado de China hacia Nepal. La zona de paz propuesta por Nepal tendría un impacto mayor si se incluyera al Tíbet y a sus regiones vecinas.
El establecimiento de una zona de paz en el Tíbet requeriría la salida de las tropas chinas y de las instalaciones militares del país, ésto también permitiría la India a retirar sus tropas e instalaciones militares de las regiones fronterizas de los Himalaya vecinas al Tíbet. Esto se lograría mediante un acuerdo internacional que cumpliera con las necesidades de defensa chinas y para construir confianza entre los tibetanos, indios, chinos y otras gentes de la región. Esto apunta a satisfacer los intereses de todos, en especial los de China e India, ya que mejorarían su seguridad y al mismo tiempo reducirían la carga económica de mantener grandes concentraciones de tropas en la disputada frontera Himalaya.
Históricamente las relaciones entre China e India nunca fueron tirantes. Esa tirantez se produjo cuando el ejercito chino invadió el Tíbet creando así la primer frontera común. Las relaciones entre estos dos poderes se tensaron hasta que finalmente llevaron a la guerra en 1962. Desde entonces no paran de ocurrir incidentes peligrosos. El restablecimiento de las buenas relaciones entre los dos países más poblados del mundo, se vería facilitado en gran medida si estuvieran separados –como lo estuvieron a través de la historia- por una país tapón grande y pacifico.
Para mejorar las relaciones entre el pueblo tibetano y el chino, el primer requerimiento es la instauración de confianza mutua. Después del holocausto de las ultimas décadas, en el cual más de un millón de tibetanos –un sexto de la población- perdieron sus vidas y por lo menos la misma cantidad pasó por campos de concentración por sus creencias y por su amor a la libertad, sólo con el retiro de las tropas chinas podría comenzar un proceso genuino de reconciliación. La gran cantidad de fuerzas de ocupación dentro del Tíbet es, para los tibetanos un recordatorio diario de la opresión y del sufrimiento que todos ellos experimentaron. El retiro de las tropas sería un señal esencial de que en el futuro se podría establecer una relación positiva con los chinos, basada en la amistad y en la confianza.
2. Debe terminar el traslado de población china al Tíbet, traslado que el gobierno chino siempre alentó para forzar una “solución final” al problema tibetano reduciendo su población hacia una insignificante minoría, privada hasta del derecho al voto en el propio Tíbet.
El traslado masivo de civiles al Tíbet es una violación a la Cuarta Convención de Ginebra (1949) amenaza la existencia misma del pueblo tibetano con identidad propia. En el Este de nuestro país los chinos gradualmente superaron en número a los tibetanos, por ejemplo en la provincia de Amdo, donde nací, y, de acuerdo a las estadísticas chinas existen 2,5 millones de chinos y sólo 750.000 tibetanos. Aún en la llamada Región Autónoma del Tíbet (partes central y oeste del Tíbet) fuentes chinas informan que en la actualidad, los chinos superan a la población del Tíbet.
La política de traslado de población china no es nueva, anteriormente, en otras áreas fue sistemáticamente aplicada. A comienzos de siglo, los manchurianos eran un grupo étnico distintivo con su propia cultura y tradiciones. Hoy sólo quedan de dos a tres millones de manchurianos, en cambio se han establecido setenta y cinco millones de chinos. En Turquestán Oriental al que los chinos llaman ahora Xinjiang, la población china ha crecido de doscientos mil en 1949 al siete millones, más de la mitad de un población total de trece millones. A comienzos de la colonización china de Mongolia Central la población china era de ocho millones y medio y la mongoles dos millones y medio.
En la actualidad en todo el Tíbet ya van siete millones y medio de chinos enviados, superando a la población tibetana de sólo seis millones. En el Tíbet Central y Occidental ahora llamada por los chinos “Región Autónoma del Tíbet”, fuentes chinas admitieron que el millón novecientos mil tibetanos ya constituyen una minoría de la población. Estos números no incluyen un estimado de trescientas a quinientas mil integrantes de tropas chinas, doscientos cincuenta mil de las cuales se encuentran en la llamada “Región Autónoma del Tíbet”.
Para que el pueblo tibetano pueda sobrevivir como tal, es imperativo frenar el traslado masivo de población y regresen a China los pobladores. De no ser así, el pueblo tibetano pronto será sólo una atracción turística y una reliquia de un pasado noble.
3. Se deberán respetar en Tíbet los derechos humanos y la libertades democráticas fundamentales. El pueblo tibetano deberá recuperar su libertad para desarrollarse cultural, intelectual, económica y espiritualmente y para poder ejercer los principios básicos de democracia.
Las violaciones a los derechos humanos en el Tíbet se encuentran entre las más graves en el mundo. En el Tíbet se discrimina bajo una política de “apartheid” que los chinos llaman de “segregación y asimilación” . En el mejor de los casos los tibetanos son ciudadanos de segunda, privados de hasta los más elementales derechos y libertades, ellos existen bajo una administración colonial en que todo el poder está en manos de los funcionarios chinos del Partido Comunista y del ejército.
A pesar de que el gobierno chino permite a los tibetanos reconstruir algunos de sus templos budistas y practicar su culto en ellos, todavía se prohibe tanto los estudios profundos como la enseñanza religiosa. A sólo un pequeño grupo de personas aprobadas por el Partido Comunista se les permite ingresar a la vida monástica.
Mientras. que los tibetanos que viven en el exilio ejercen sus derechos democráticos de acuerdo a la constitución que promulgué en 1963, miles de sus compatriotas sufren en prisión o en los campos de trabajo forzado del Tíbet debido a su religión o creencias políticas.
4. Se deberán realizar serios esfuerzos para restaurar el medio ambiente del Tíbet. El Tíbet no deberá ser utilizado para la producción de armas nucleares ni como basurero nuclear.
Los tibetanos tienen un gran respeto por todas las formas de vida. Este sentimiento inherente se intensifica por la creencia budista, que prohibe dañar a cualquier ser viviente, sea humano o animal. Antes de la invasión china, el Tíbet era un santuario salvaje natural en un medio ambiente único. Durante las pasadas décadas, lamentablemente tanto la vida salvaje como sus bosques han sido casi totalmente destruidos por los chinos. Los efectos causados por ésto en el delicado medio ambiente del Tíbet fue devastador, lo poco que queda del Tíbet deberá ser protegido y se deberán hacer esfuerzos para restablecer el equilibrio de su medio ambiente.
China ha usado al Tíbet para la producción de armas nucleares y puede haber comenzado a utilizarlo como basurero nuclear. China no sólo planea disponer de su propio basurero nuclear sino ofrecérselo a otros países, éstos ya han acordado pagarle a Pekín para que se haga cargo de sus desperdicios nucleares.
Los peligros que ésto presenta son obvios. No sólo nuestra generación se vería amenazada sino también las futuras generaciones debido a la falta de preocupación de China por el delicado y único medio ambiente del Tíbet.
5. Deberán iniciarse con seriedad las negociaciones sobre el futuro estatus del Tíbet y las relaciones entre tibetanos y chinos.
Nosotros deseamos aproximarnos a este tema de una manera razonable y realista, con espíritu franco y conciliador y con miras a encontrar la solución que todos queremos desde hace muchos, tanto el pueblo tibetano, como el pueblo chino y todos los demás pueblos involucrados. Tibetanos y chinos son personas diferentes, cada uno con su propio país, su propia historia, lengua y cultura y por ende distintos modos de vida. Se deberán reconocer y respetar las diferencias entre los pueblos. Sin embargo no deberán ser obstáculos para una genuina cooperación mutua para que se beneficien ambos pueblos. Creo con sinceridad que si las dos partes se reunieran para discutir su futuro con una mente abierta y un deseo sincero en encontrar una solución justa y satisfactoria se podría tender un puente hacia una solución. Debemos esforzarnos por ser razonables y sabios y reunirnos con espíritu franco y conciliador.
Permítanme terminar con una alusión personal, deseo agradecerles por la preocupación y apoyo que ustedes y muchos de sus colegas y conciudadanos manifestaron por la lucha de los pueblos oprimidos. El hecho de que ustedes hayan mostrado simpatía por nosotros los tibetanos ya causó un impacto positivo para nuestra gente en el Tíbet. Les pido su continuo apoyo en este momento crítico de la historia de nuestro país.
Muchas gracias.