El Dalái Lama indica cómo una mente y un corazón cálidos pueden resolver nuestros problemas.
Existen dos formas de crear la felicidad. La primera es externa. Al obtener un mejor techo, mejores ropas y mejores amigos podemos encontrar una cierta medida de felicidad y satisfacción.
La segunda es mediante el desarrollo mental, lo que produce felicidad interna. Sin embargo, estos dos enfoques no son igualmente viables. La felicidad externa no puede durar mucho sin su contraparte. Si algo falta en el corazón, entonces, aunque nos encontremos en un ambiente muy lujoso, no podremos sentirnos felices. En cambio, si tenemos paz mental, podemos hallar alegría incluso bajo las circunstancias más difíciles.
Existen técnicas valiosas que provienen de las tradiciones tibetanas que al implementarlas en una práctica diaria, conducen a la paz mental. Al calmar la mente y el corazón, la inquietud y preocupación decaerán de manera natural, y podremos así disfrutar de mayor felicidad. Nuestra relación con los demás reflejará estos cambios. Y como un mejores seres humanos, podremos ser mejores ciudadanos de nuestro país, y finalmente, mejores ciudadanos del mundo.
Todos nacemos indefensos. Sin la ternura de nuestras madres y nuestros padres no podríamos sobrevivir y mucho menos prosperar. Cuando los niños y niñas crecen en un temor permanente, sin nadie en quien confiar, esto los hace sufrir durante toda su vida. Ya que las mentes de las criaturas son muy delicadas, su necesidad de ternura es particularmente obvia.
Los seres humanos adultos también necesitan bondad. Si alguien me saluda con una sonrisa simpática, y expresa una actitud genuinamente amistosa, lo valoro mucho. Puede que yo no conozca a esa persona o que no entienda su idioma, pero mi corazón se regocija de inmediato. Por otra parte, si falta la amabilidad, incluso en alguien de mi propia cultura a quien he conocido por muchos años, me entristece. La bondad y el amor, el verdadero sentido de hermandad, son muy valiosos. Hacen posible la comunidad y así resultan cruciales para la sociedad.
Cada uno de nosotros tiene un sentido de sí mismo válido, del «Yo». También compartimos objetivos fundamentales. Deseamos la felicidad y no queremos sufrimiento. Los animales e insectos desean la felicidad y no quieren sufrir, pero carecen de la habilidad especial de lograr mayor felicidad o de superar el sufrimiento. Como seres humanos, dotados con este poder de pensamiento, poseemos este potencial y lo debemos usar.
En todo nivel —como individuos y miembros de una familia, una comunidad, una nación y un planeta—, lo más problemático que enfrentamos son la rabia y el egoísmo. El tipo de egoísmo al que me refiero aquí no es sólo el sentido del Yo, sino un egocentrismo exagerado. Nadie proclama sentirse feliz al estar enojado. Mientras la rabia domine nuestro ánimo, no hay posibilidad para una felicidad duradera. Para lograr la paz, la tranquilidad y la amistad verdadera, debemos minimizar la rabia y cultivar la bondad y un corazón cálido.
Desarrollar un corazón cálido en nosotros mismos también puede transformar a otros. Al volvernos seres humanos más cálidos, nuestros vecinos, amigos, padres, cónyuges, hijos... experimentan menos rabia. Se volverán más cálidos, compasivos y tendrán mayor armonía. El ambiente en sí se vuelve más feliz, lo que promueve la buena salud, tal vez, incluso una vida más larga.
El método central para logar una vida más feliz es entrenar la mente en una práctica diaria que debilite las actitudes negativas y fortalezca las positivas. La gran pregunta es si podemos o no practicar la bondad y la paz. Muchos de nuestros problemas surgen de actitudes como ponernos primero a toda costa. A partir de mi propia experiencia sé que es posible cambiar estas actitudes y mejorar la mente humana.
Aunque la mente humana no tiene color ni forma y, a veces, es débil, puede llegar a ser más fuerte que el acero. Para entrenar la mente, se deben ejercitar la paciencia y la determinación que toma el forjar el acero. Si practican el mejorar su mente con un deseo fuerte y perseveran al intentarlo, no importa cuántas dificultades aparezcan al comienzo, ustedes tendrán éxito. Con paciencia, práctica y tiempo, el cambio llegará.
No se rindan. Si son pesimistas desde el comienzo, no habrá forma de que puedan tener éxito. Si tienen esperanza y determinación, siempre encontrarán algún grado de éxito. El obtener medallas de oro no debe importarnos. Lo importante es haber puesto todas nuestras fuerzas en el intento.
La armonía y la amistad que necesitamos en nuestras familias, en las naciones y en el mundo se pueden lograr sólo mediante la compasión y la bondad. Ayudándonos mutuamente, con preocupación y respeto, podremos resolver muchos problemas de manera fácil. La armonía no puede prosperar en un clima de desconfianza, engaño, amenaza y competencia maliciosa. El éxito a través de la intimidación y la violencia es cuando mucho temporal; ofrece victorias leves que sólo crean más problemas. Es por esto que, un par de décadas después de la Primera Guerra Mundial, llegó la Segunda Guerra Mundial, y millones de personas fueron asesinadas. Si revisamos nuestra larga historia de odio y rabia, podemos ver la necesidad evidente de encontrar una estrategia mejor. Sólo podemos resolver nuestros problemas por medios verdaderamente pacíficos, que no sean meras palabras de paz, sino que incluyan una mente y un corazón pacíficos.
¿Es acaso posible? La lucha, el engaño y la prepotencia nos han atrapado en nuestra situación actual; ahora, requerimos entrenamiento en nuevas prácticas para encontrar la salida. Puede parecer impráctico e idealista, pero no tenemos más alternativa que la compasión, el reconocer el valor humano y la unidad de la humanidad: Ésta es la única manera de lograr una felicidad duradera.
Yo viajo de país en país con esta idea de unidad. He entrenado mi mente durante décadas, y ahora, cuando me encuentro con personas de distintas culturas, no hay barreras. Estoy convencido de que a pesar de las culturas distintas y los diferentes sistemas políticos y económicos, todos somos básicamente iguales. A medida que conozco más personas, más firme se vuelve mi convicción de que la unidad de la humanidad, fundada en el entendimiento y respeto, es una base realista y viable para nuestra conducta.
Donde quiera que voy, es esto de lo que hablo. Creo que la práctica de la compasión y el amor, una hermandad genuina, es la religión universal. No importa si somos budistas o cristianos, musulmanes o hinduistas, o si practicamos una religión en absoluto. Lo que cuenta es el sentimiento de unidad de la humanidad.
¿Están de acuerdo? ¿piensan que no tiene sentido? Yo no soy un rey dios, como algunos me llaman. Yo simplemente soy un monje budista. Lo que digo viene de mi propia práctica, que es limitada. Pero realmente intento implementar estas ideas en mi vida cotidiana. En especial, cuando enfrento problemas. A veces, por supuesto, fallo. En ocasiones, me siento irritado. A veces, uso una palabra fuerte, pero al hacerlo, de inmediato siento «Oh, esto no está bien». Esta idea surge en mi mente porque he internalizado las prácticas de la sabiduría y la compasión.
Yo llamo a la compasión: «el elemento global». Los seres humanos desean felicidad y no quieren sufrimiento. La paz mental es una necesidad básica para toda la humanidad. Para la personas que trabajan en la política, la ingeniería, la ciencia, las tareas de casa, la medicina, la docencia, la abogacía: para todas las personas sea cual sea su trabajo, una motivación saludable, compasiva, es la base del desarrollo espiritual.
Reimpreso con permiso de Pocket Books, tomado de «Cómo Practicar» por Su Santidad el Dalái Lama. Traducido y editado por Jeffrey Hopkins, PH.D. copyright 2001.