Washington, D.C., Abril de 1993
1. Durante miles de años, se le hizo creer al público que sólo las organizaciones autoritarias con sistemas rígidos de disciplina podían gobernar a la sociedad humana. Pero como la humanidad tiene un deseo congénito de libertad, las fuerzas de la libertad y de la opresión han batallado continuamente a lo largo de la historia. Hoy en día, se ve muy bien cuál está ganando. Los movimientos populares que surgieron y derribaron a las dictaduras de izquierda y de derecha han proporcionado una prueba inconfundible de que la raza humana no puede ni tolerar ni funcionar de modo debido bajo una tiranía.
2. Aunque ninguna sociedad budista haya desarrollado un sistema de gobierno comparable a la democracia, yo personalmente tengo una gran admiración por la democracia laica. Cuando el Tíbet aún gozaba de libertad, cultivábamos nuestro aislamiento natural; pensábamos, equivocadamente, que así se podrían prolongar nuestra paz y seguridad. Por eso le prestamos poca atención a los cambios que estaban ocurriendo en el mundo exterior. Casi no nos dimos cuenta cuando uno de nuestros vecinos más cercanos, la India, tras ganar pacíficamente su independencia, se transformó en la democracia más grande del mundo. Más tarde, aprendimos a duras penas que en el ámbito internacional así como en su propio país, la libertad es algo que se comparte y se disfruta con los demás, en vez de querer guardársela para uno mismo.
3. Los Tibetanos exiliados ya no somos más que refugiados, pero podemos libremente hacer valer nuestros derechos. Nuestros hermanos y hermanas en el Tíbet, a pesar de estar en su propio país, no tienen ni siquiera el derecho a la vida. Por consiguiente, los exiliados tenemos la responsabilidad de contemplar y planificar un futuro para el Tíbet. Así es que con el transcurso de los años y por varios métodos, nos hemos esforzado por lograr un prototipo de democracia genuina, como lo demuestra la familiaridad de los Tibetanos exiliados con la palabra ‘democracia’.
4. Hace mucho tiempo que he estado esperando el momento de poder crear un sistema político adaptado a nuestras tradiciones y al mundo moderno a la vez; una democracia con raíces en la no-violencia y la paz. Últimamente, hemos emprendido cambios para fortalecer nuestra administración en el exilio y volverla aún más democrática. Por muchas razones, he decidido no encabezar ni participar en el gobierno del Tíbet cuando se vuelva independiente. El jefe del futuro Gobierno Tibetano deberá ser una persona elegida por el pueblo, algo que acarrea muchas ventajas y nos transformará en una democracia completa y verdadera. Espero que estas medidas permitan al pueblo del Tíbet tener voz y voto para definir el porvenir de su país.
5. Nuestra democratización se ha extendido a los Tibetanos en todas partes del mundo. Creo que las generaciones futuras verán estos cambios como uno de los logros más importantes del exilio. Del mismo modo que la introducción del Budismo en el Tíbet consolidó la nación, estoy seguro de que la democratización de nuestra sociedad aumentará la vitalidad del pueblo tibetano y permitirá a nuestras instituciones de gobierno reflejar las verdaderas necesidades y esperanzas de ellos.
6. El poder vivir en sociedad como individuos libres, en base al principio de la igualdad y por ende ser responsables unos por otros, es un concepto fundamentalmente acorde con la óptica budista. En tanto que budistas, nosotros los Tibetanos consideramos que el nacer como humano es una suerte que no tiene precio y consideramos que la filosofía y las enseñanzas del Buda son un camino que lleva a la libertad suprema; objetivo idéntico tanto para los hombres como para las mujeres.
7. El Buda percibió que el propósito mismo de la vida es la felicidad. También vio que mientras la ignorancia encierra al ser humano en un estado de frustración y sufrimiento sin límites, la sabiduría lo puede liberar. La democracia moderna se basa en el principio de que todos los seres humanos somos básicamente iguales y cada uno de nosotros tiene el mismo derecho a la vida, la libertad y la felicidad. El Budismo también reconoce que los humanos tienen el derecho a la dignidad, que todos los miembros de la familia humana tienen un mismo derecho inalienable a la libertad, no solo al nivel político, sino también al nivel elemental de libertad del temor y la miseria. Ya seamos ricos o pobres, educados o no, que pertenezcamos a una u otra nación, o religión, o nos suscribamos a tal y tal otra ideología, cada uno de nosotros es un ser humano al igual que los demás. No solo deseamos todos ser felices y evitar de sufrir, sino que cada uno de nosotros tiene el mismo derecho de tratar de alcanzar esas metas.
8. La institución que fundó el Buda es la Sangha o comunidad monástica, que funciona de modo generalmente democrático. En aquella hermandad, los individuos eran todos iguales, sin discriminación según la clase social o casta de origen. La única pequeña diferencia de posición dependía de la antigüedad como monje ordenado. La libertad individual, ilustrada por la liberación o la iluminación, era la mira principal de toda la comunidad, y se conseguía cultivando la mente por medio de la meditación. Sin embargo, en el trato diario se notaba la generosidad, la consideración, y la delicadeza unos con otros. Al escoger vivir sin hogar, los monjes se desprendían de las preocupaciones de la propiedad, pero tampoco vivían completamente aislados. La costumbre de pedir limosna servía para incrementar la consciencia de vivir dependiendo del prójimo. En el interior de la comunidad, se tomaban las decisiones por votación y las diferencias se resolvían por consenso. Es así que la Sangha servía de modelo de igualdad social, de recursos compartidos y de procedimientos democráticos.
9. El Budismo es una doctrina esencialmente práctica. Cuando se plantea el problema fundamental del sufrimiento humano, no propone una sola solución. Al comprobar que los seres humanos tienen necesidades, temperamentos y capacidades muy distintos, reconoce que existen muchos caminos hacia la paz y la felicidad. En tanto que comunidad espiritual, su cohesión surge de un sentimiento de hermandad solidaria. Sin ninguna autoridad centralizadora aparente, el Budismo ha perdurado más de dos mil quinientos años. Ha prosperado bajo diferentes formas, reavivando repetidas veces, por medio del estudio y de la práctica, sus raíces en las enseñanzas del Buda. Un enfoque pluralista de este tipo, donde los individuos mismos asumen la responsabilidad, es muy conforme con una perspectiva democrática.
10. Todos deseamos ser libres, y lo distintivo de los humanos es la inteligencia. En tanto que seres humanos libres podemos usar nuestra inteligencia para tratar de comprendernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. El Buda dejó en claro que sus seguidores no debían fiarse ni siquiera de las propias palabras de él, sin examinarlas y analizarlas del mismo modo que un orfebre pone a prueba la calidad del oro. Si se nos impide utilizar nuestro discernimiento y creatividad, perdemos uno de las atributos básicos de los humanos. Es por esa razón que la libertad política, social, y cultural que conlleva la democracia tiene un inmenso valor e importancia.
11. Ningún sistema de gobierno es perfecto, pero la democracia es la que más se asemeja a la esencia de nuestra naturaleza humana. También ofrece el único soporte estable para construir una estructura política global libre y justa. Por eso nos conviene, a los que ya disfrutamos de la democracia, apoyar activamente el derecho de todos los demás a lograrla.
12. Aunque el comunismo adoptó muchos ideales nobles, incluso el altruismo, el intento de las elites políticas por dictar sus opiniones provocó un desastre. Esos gobiernos se extralimitaron en aras de controlar la sociedad y convencer a los ciudadanos para que trabajasen por el bien común. Un tipo rígido de organización habrá sido necesario al principio para sobreponerse a un régimen opresivo anterior pero, tras alcanzar esa meta, la rigidez no podía contribuir a construir una sociedad verdaderamente cooperativa. El comunismo fue un fracaso total por contar con la fuerza para promover sus creencias. A fin de cuentas, la naturaleza humana no pudo soportar el sufrimiento producido.
13. La fuerza bruta, aún aplicada violentamente, nunca podrá sojuzgar el deseo innato de felicidad del hombre, como lo demostraron los centenares de miles de personas que manifestaron en las ciudades de Europa oriental. No hacían más que manifestar la necesidad humana de libertad y democracia; sus demandas no provenían de alguna nueva ideología sino que expresaban su entrañable ansia de libertad. El suministrar comida, vivienda y ropa a la gente no es suficiente, como lo pensaron los sistemas comunistas. Nuestra naturaleza profunda nos exige respirar el valioso aire de la libertad.
14. Las revoluciones pacíficas en la antigua Unión Soviética y en Europa oriental nos enseñaron muchas grandes lecciones : una de ellas es la importancia de la verdad. A la gente no le gusta que la intimiden, ni la engañen o le mientan, y no importa si el autor es un individuo o todo un sistema. Esas maneras de actuar son contrarias a la esencia del espíritu humano. Por eso, aunque los que operan por el engaño o el uso de la fuerza puedan tener éxito a corto plazo, tarde o temprano quedarán derrocados.
15. La verdad es la mejor garantía y la base verdadera de la libertad y la democracia. No importa que seas débil o fuerte, o que tengas más o menos partidarios de tu causa, la verdad siempre acabará por triunfar. Últimamente han triunfado muchos movimientos de liberación basados en la auténtica expresión de los sentimientos más elementales de la gente. ¡Valiosa advertencia de la falta de respeto por la verdad en muchas dimensiones de la vida política! En las relaciones internacionales en particular, se nota muy poco respeto por la verdad. Inevitablemente, la naciones mas débiles son manipuladas y oprimidas por las más fuertes, al igual que los sectores más débiles de la mayoría de las sociedades sufren a manos de los ricos y poderosos. En el pasado, el expresar sencillamente la verdad se consideraba algo irrealista, pero en los últimos años se ha dado la prueba de la fuerza inmensa que tiene la verdad en la mente humana, y por ende, en lo que se refiere a forjar la historia.
16. A medida que nos acercamos al final del siglo veinte, notamos que el mundo se ha achicado y que los habitantes del planeta casi se han vuelto una misma comunidad. También nos unen los graves problemas que hemos de encarar: la superpoblación, los recursos naturales cada vez más limitados, y una crisis ecológica que amenaza la base de nuestra existencia sobre este pequeño planeta que todos compartimos. Creo que para afrontar los retos de nuestra época, los seres humanos debemos desarrollar un sentimiento mayor de responsabilidad universal. Cada uno de nosotros debe aprender a trabajar no solo para su propio interés o el de su familia o nación sino para beneficio de la humanidad entera. La responsabilidad universal es la verdadera clave que permitirá a la raza humana sobrevivir. Es el mejor fundamento para la paz universal, el uso equitativo de los recursos naturales y la atención debida al medio ambiente.
17. Esta necesidad urgente de cooperación no puede sino fortalecer la humanidad, porque nos ayuda a reconocer que la base más segura para un nuevo orden mundial no son simplemente unas alianzas políticas y económicas más amplias, sino la práctica verdadera por cada individuo del amor y la compasión. Estas cualidades son la fuente primordial de la felicidad humana, y esa necesidad se hace sentir en el fondo mismo de nuestro ser. La práctica de la compasión no es un síntoma de algún idealismo poco realista: es el modo más eficaz de luchar por los intereses ajenos así como los propios. Cuanto más dependamos, individualmente o a nivel nacional, de otra entidad, más redundará en beneficio propio el asegurar los intereses de ésta.
18. A pesar de los vertiginosos adelantos de la civilización en este siglo, me parece que la causa más directa de nuestro dilema es la importancia excesiva que se presta al mero desarrollo material. Nos hemos dejado enfrascar tanto en este afán, que sin darnos cuenta hemos dejado de promover las necesidades humanas más entrañables como el amor, la bondad, la cooperación y el afecto. Cuando no conocemos a una persona, o no nos identificamos con un individuo o un grupo, nos desinteresamos de sus necesidades. Pero el desarrollo de la sociedad humana está completamente basado en la ayuda mutua prestada por la gente. Cuando hayamos perdido el sentimiento de humanidad fundamental que nos sirve de cimiento ¿que sentido tendrá buscar tan sólo el desarrollo material?
19. En las circunstancias actuales, nadie puede permitirse pensar que alguna otra persona vendrá a resolver nuestros problemas. Cada individuo tiene la responsabilidad de ayudar a guiar nuestra familia global por la dirección correcta; a cada cual nos toca asumir esa responsabilidad. Nuestro objetivo ha de ser la causa común de nuestra sociedad. Si una sociedad se encuentra bien en su conjunto, eso redundará naturalmente en beneficio de cada miembro – individual o asociativo; se sentirán felices naturalmente. Al contrario, si fracasa toda una sociedad ¿a quien se le podrá pedir que proteja y luche por nuestros derechos?
20. Yo soy de los que cree sinceramente que un individuo puede influir en la sociedad. Como monje budista, yo mismo trato de desarrollar la compasión no sólo desde una perspectiva religiosa sino también humanitaria. Para fomentar una actitud altruista en mí, a veces me resulta útil imaginarme a mi por un lado, como simple individuo, y por el otro a una enorme multitud: todos los demás seres humanos. Entonces me pregunto: ‘¿Cuáles son los intereses más importantes?’ Y me resulta muy claro que a pesar de la importancia que yo me pueda prestar a mi mismo, no soy más que una persona, y los demás, son una gran mayoría.