Thekchen Chöling, Dharamsala, HP, India - Esta mañana, mientras Su Santidad el Dalái Lama atravesaba el patio de entrada al Tsuglagkhang, el templo tibetano principal, unas bailarinas vestidas con trajes regionales le daban la bienvenida. A los pies del templo, dos estudiantes se adelantaron para ofrecer el tradicional «Chema Changphu». Su Santidad tomó una pizca de uno y rozó el otro con el dedo. Observó a las personas a su alrededor, muchas de los cuales alzaban pañuelos de seda blanca a modo de bienvenida, sonreían y saludaban.
Una multitud de unos 5500 se había reunido en el templo y en el patio. Entre ellos había 1.800 extranjeros de 57 países. Sin embargo, los principales protagonistas de las enseñanzas de hoy fueron los jóvenes tibetanos. Había 900 estudiantes del TCV a partir del noveno curso, 161 estudiantes universitarios, 40 jóvenes tibetanos locales y 80 miembros de la clase de Introducción al Budismo.
Una vez que Su Santidad hubo tomado asiento en el trono, los niños de la escuela del TCV de Gopalpur recitaron el Espejo que clarifica el compendio de conciencias, un texto fundamental, que sabían de memoria. El texto abre con una estrofa de homenaje a Manyushri, y a continuación procede a explicar los tipos de concienciaas. A continuación, los niños recitaron la oración en una estrofa por la larga vida de Su Santidad seguida de la Alabanza a Manyushri que comienza:
Maestro y protector santo Manyushri, ante ti me postro. Tu intelecto, despejado de las nubes de las dos obstrucciones, es perfectamente prístino como el Sol. Para ver, tal y como son, todos los fenómenos que se encuentran sostienes un volumen de enseñanzas en tu corazón. Los que están acuciados por el dolor de la oscura niebla de la ignorancia, encerrados en la cárcel del samsara: a todos estos grupos de seres los tratas con el cariño que se tiene a un hijo único. Tu armoniosa voz resuena como un trueno y despierta a los que están dormidos en la ensoñación de las emociones negativas, liberándolos de las cadenas del karma. Sostienes un sable que corta cada brote de sufrimiento y disipa la oscuridad de la ignorancia.
A esto siguieron versos de homenaje del Ornamento para las realizaciónes claras:
Ella es la que —a través de la omnisciencia— guía a los oyentes que buscan la paz a la paz absoluta. Ella es la que —a través del conocimiento del camino— permite a aquellos que benefician a los seres lograr el bienestar del mundo. Puesto que están perfectamente dotados con Ella, los sabios proclaman esta variedad dotada de todos los aspectos. Me inclino ante ella —la Madre de los Budas—, así como ante las asambleas de los oyentes y bodisatvas.
Y la estrofa de homenaje de la Sabiduría fundamental de Nagaryuna:
Me postro ante el Buda perfecto, el mejor de los maestros, quien enseñó que aquello que es originado en dependencia no tiene cese ni nacimiento, no es inexistente ni permanente, no viene ni va, no es diferente ni es igual y carece por completo de construcción conceptual.
Su Santidad preguntó si, además del Compendio de conciencias, los niños y niñas habían memorizado el Compendio de silogismos, ambos textos escritos por Akya Yongdzin, Yangchen Gawai Lodro. El maestro de los niños y niñas dijo que estaban trabajando en ello.
«Memoricé ambos textos cuando era pequeño —declaró Su Santidad—. Forma parte de nuestro sistema de estudio. Primero memorizamos el texto, sin entender necesariamente de qué trata, y después recibimos explicaciones detalladas sobre el mismo.
»Somos refugiados, vivimos en el exilio y vemos que, en general, la gente del mundo no está muy interesada en estudiar los grandes tratados de los maestros del pasado, pero nosotros, los tibetanos, hemos mantenido viva esta tradición durante más de mil años. Los chinos y quizá los vietnamitas estudiaron los textos pero no se zambulleron en la lógica como nosotros.
»Como ya he mencionado, memoricé tanto el Compendio de conciencias como el Compendio de silogismos cuando era joven y los recité ante mis dos tutores. Aprendí las definiciones y sinónimos de cada mente y también cómo debemos emplear la lógica.
Su Santidad dio una transmisión oral de la Alabanza a Manyushri y dirigió a la congregación en la recitación del mantra Om ara patsa na dhi.
«Como ya les he contado en otras ocasiones, cuando era muy pequeño, quizá tenía tres años, visité el monasterio de Kumbum, cerca de donde vivía. Allí vi y oí a monjes muy jóvenes recitando Om ara patsa na dhi. Naturalmente me sumé a sus recitaciones. Ese fue el primer mantra que recité y lo he seguido recitando desde entonces.
»En el Tíbet, alguien le dijo a un tutor de un Dalái Lama anterior, tal vez fuera Phurba Chok, que era una encarnación de Manyushri. Él respondió: “No sé nada de eso, pero quizá podríamos decir que soy vecino de Manyushri”. Quizá yo también podría decir eso. No sólo he estudiado las cuatro escuelas del pensamiento budista, sino que he tenido la oportunidad de familiarizarme con otras tradiciones religiosas. Además, he sido bendecido con los cuatro tipos de inteligencia: inteligencia grande, inteligencia profunda, inteligencia rápida y inteligencia clara.
»Los tibetanos son bastante brillantes y tienen una conciencia natural del bien y del mal, pero ustedes, los escolares, harían bien en desarrollar estos cuatro tipos de inteligencia y la capacidad de pensar con lógica. Así pues, no sólo debéis recitar mantras, también debéis aprender a analizar la realidad.
»En lo que respecta a mantener vivo el budismo, he hecho todo lo que he podido y seguiré haciéndolo. Mientras tanto, siento que Buda ha cuidado de mí».
Su Santidad retomó el texto de la Llave del Camino Medio, un libro que él mismo compuso en 1974. Observando una referencia a la conciencia errónea como fuente de sufrimiento, subrayó que no basta con leer sobre esas cosas, tenemos que aprender a reconocerlas en nosotros mismos y transformarlas.
Leyó con constancia las páginas en las que se abordaba la importancia de tratar con la mente, se explicaban brevemente los Cuatro Sellos, se esbozaban las cuatro escuelas filosóficas del budismo, se destacaba la diferencia entre las enseñanzas interpretativas y las definitivas y se exlicaban las cuatro confianzas.
Con respecto a la pregunta ¿qué es la vacuidad? Su Santidad aconsejó que necesitamos desarrollar una comprensión conceptual de la vacuidad a través del razonamiento; necesitamos reconocer el objeto de negación, el «negandum». También necesitamos apreciar que vacuidad significa vacío, no de cualquier cosa, sino de existencia inherente. La ignorancia acerca de la vacuidad de existencia inherente es la causa fundamental de todos los pensamientos negativos y del sufrimiento que es consecuencia de ellos.
Mencionó las Dos Verdades así como el Camino Medio entre la noción de existencia y la de inexistencia, siendo el punto crucial que la vacuidad no niega la posibilidad de verdades, leyes o ciencias convencionales válidas.
Su Santidad dejó de leer cuando llegó a esta estrofa de la Guirnalda Preciosa de Nagaryuna:
La persona no es tierra ni agua, tampoco es fuego, aire, espacio, consciencia ni todos estos, ¿qué persona hay al margen de ellos?
Señaló que con respecto a la realidad, lo que estamos diciendo es que cuando examinamos los fenómenos de un modo riguroso y minucioso, no podemos encontrarlos. Sin embargo, sin un análisis crítico profundo, examinando meramente de un modo superficial lo que es bueno o malo, a nosotros mismos o a los demás, si nosotros o ellos somos jóvenes o viejos... todas estas cualidades existen y pueden encontrarse, es lo que llamamos la realidad convencional. Aclaró que las cosas existen como meras apariencias, pero cuando las examinamos bajo un análisis crítico se desdibujan, se desvanecen, y se descubre que en realidad no existen tal y como parecen hacerlo.