Thekchen Chöling, Dharamsala, HP, India - Esta mañana se reanudó la reunión entre Su Santidad el Dalái Lama y los líderes juveniles del Instituto de la Paz de Estados Unidos. David Yang, el moderador, recordó que ayer habían conversado sobre cómo los niños de la guerra pueden convertirse en líderes de la paz. Afirmó que la construcción de la paz es un esfuerzo espiritual y que, tras explorar ayer la pertenencia y la compasión, los temas a conversar hoy serían la paz interior y el compromiso con la igualdad y la justicia.
Para empezar, Angie, de Colombia, una psicóloga apasionada por los retos sociales, la diversidad y el multiculturalismo, habló de su amor por la educación y el aprendizaje. En su trabajo intenta hacer que la educación sea más atractiva para más personas.
Esra, de Sudán, está muy implicada en la creación de contenidos y en utilizarlos para marcar la diferencia, ayudando a personas y organizaciones a cumplir su visión. Intenta tener un impacto positivo en la sociedad y es activa en la educación y la construcción de la paz a través de sus escritos y cursos educativos. Esra se dedica a la educación y aprende sobre la paz interior.
Patrick, de Sudán del Sur, se interesa especialmente por la juventud, la paz y la seguridad. Aboga firmemente por la participación de los jóvenes en el desarrollo de políticas y en la toma de decisiones para lograr un cambio positivo. Explicó cómo en 2016 se encontró varado en otro país y se dio cuenta de lo cansado que estaba de no poder contribuir a salvar su propio país. Esto le impulsó a comprometerse en la construcción de la paz con otras personas jóvenes.
Arij, de Túnez, es facilitadora de debates. Cuando empezó a hablar en público, estaba nerviosa, pero ha adquirido una gran capacidad de oratoria que le ha permitido impartir talleres sobre diferentes temas relacionados con la paz y ejercer una influencia positiva. Al haber ganado confianza en sí misma, ha aprendido a entrenar a otros para que también hablen en público. Ha comentado que algunas personas pierden la esperanza de que Túnez encuentre la paz algún día, pero ella está decidida a no desesperar.
Hazhir es un kurdo de Irak. Es un analista político y económico y periodista que cubrió la guerra del ISIS. Desde entonces, se ha dedicado a proporcionar refugio y alimentos a los refugiados. Dice que cuando se preguntó qué quería, se dio cuenta de que, sobre todo, él y las personas del Kurdistán querían igualdad. Afirmó que es difícil sentir paz interior cuando los demás te engañan sistemáticamente y te niegan tus derechos. Es en este contexto en el que los kurdos intentan preservar su identidad.
Roya, de Libia, se centra en dirigir y apoyar proyectos que impulsen la paz y la reconciliación, el compromiso artístico y cultural, el desarrollo, la estabilidad económica y la educación. Dice que, tras darse cuenta de que tiene la capacidad de provocar el cambio, se esfuerza por animar a los demás de la misma manera para que comprendan que cada uno de nosotros puede ayudar a otros. Podemos marcar la diferencia.
Sophia, de Venezuela, contó que ella y su mejor amiga se presentaron a la elección de la Secretaría General de la organización de las Naciones Unidas de su escuela. Al principio, los alumnos dieron la impresión de que la amiga de Sophia sería la más adecuada y que ella sería la menos indicada para el cargo. Sin embargo, a todos les cogió por sorpresa cuando ella fue la elegida. Dijo que aprendió que si vas a ser una líder tienes que tener confianza en ti misma.
David Yang dijo a Su Santidad que se considera un líder en lo que respecta a la paz interior. Le pidió que describiera cómo se sintió cuando tuvo que abandonar el Tíbet.
«En primer lugar, había un peligro para mi comunidad y para mi propia vida —respondió Su Santidad—. Escapé porque la situación se había vuelto urgente. Cuando los militares chinos querían saber dónde se alojaba el Dalái Lama dentro del palacio de Norbulingka, no sabíamos si era para protegerme de los bombardeos, como decían, o para poder atacarme más fácilmente. Una vez que me convertí en refugiado, me sentí más feliz porque era libre.
»En las circunstancias actuales, los siete mil millones de seres humanos vivos quieren la igualdad. Como he dicho, todos somos iguales. Nadie es mejor o más merecedor que otro. En la ONU no sólo deben participar los líderes políticos, sino los representantes de los seres humanos de a pie. Tenemos que analizar con realismo la situación en la que nos encontramos porque todos tenemos que vivir juntos.
»Tenemos que pensar más en lo que es de interés común, como la Unión Europea. Necesitamos una Unión de la Humanidad».
Al responder a las preguntas que le formularon los líderes juveniles, Su Santidad habló de tomar decisiones. Explicó que, aunque ha renunciado a toda actividad política, siempre que hay que tomar una decisión, consulta a las personas implicadas.
Se le preguntó a Su Santidad si algunos tibetanos querían luchar contra los chinos. Estuvo de acuerdo en que algunos lo hicieron. Sin embargo, lo describió como una respuesta emocional más que el resultado de pensar de forma realista. Hace treinta años, dijo, la opinión mundial contaba menos. Hoy, puede marcar la diferencia. Ahora, reafirmó, es un momento en el que los problemas deben resolverse mediante el diálogo.
Reiteró que la naturaleza humana básica es la compasión. Dijo que podemos verlo entre los niños que no se preocupan por las diferencias superficiales. Discriminar entre tal o cual raza, nacionalidad o religión es una vieja forma de pensar.
«Cuando dejamos el Tíbet —aclaró Su Santidad—, sí pensamos en términos de diferencias entre tibetanos y comunistas chinos. Si hubiéramos considerado lo que teníamos en común como seres humanos y que la tierra pertenece a la humanidad en general, el resultado podría haber sido diferente.
»Creo que no debemos centrarnos demasiado en el pasado. Tenemos que ver las situaciones desde distintos ángulos. Al final, teniendo en cuenta el resultado, me ha servido de ayuda haberme convertido en un refugiado».
Al preguntarle si habrá un decimoquinto Dalái Lama y, en caso de que lo haya, dónde nacerá, Su Santidad respondió con una risita que eso era cosa suya.
«Ahora tengo 87 años y creo que puedo vivir otros 15 o 20 años, así que si habrá o no un decimoquinto Dalái Lama no es mi principal preocupación en este momento. Probablemente nazca en este planeta porque tengo una conexión con este mundo. El primer Dalái Lama dijo que quería nacer en el Tíbet para poder seguir sirviendo al pueblo tibetano y al dharma del Buda.
»Mi determinación es servir a los seres sensibles, pero estoy especialmente familiarizado con este planeta y sus personas. Pero dónde naceré, no lo sé. Tengo una conexión con el bodisatva Avalokiteshvara. Soy algo así como su representante, así que puede ser una cuestión de su deseo.
»Hay un famoso lago en el Tíbet y en su superficie se revelaron tres letras que indicaban dónde yo había nacido. A de Amdo, Ka de Kumbum y Ma en referencia a mi nombre Lhamo Dhondup. Emplear estas fuerzas misteriosas puede ayudarnos a ver más allá».
David Yang presentó a otros cinco líderes juveniles que hablarían sobre la igualdad y la justicia.
Gloria, de Sudán del Sur, está muy implicada en los temas de derechos humanos y derechos cívicos. Ella impulsó la exención de impuestos sobre los productos sanitarios para reducir la desigualdad de género, especialmente en las escuelas. Contó la historia de una amiga de la escuela que fue tomada por sorpresa cuando tuvo su primera menstruación en la escuela. A pesar de la ayuda de sus amigas, se sintió avergonzada por los comentarios burlones de otras compañeras. Al día siguiente no vino a la escuela.
Gloria se preguntó por qué una función corporal natural provocaba tanta vergüenza. Decidió que tenía que hacer algo para ayudar a las niñas a entender su cuerpo y reducir el estigma de la menstruación. Era muy consciente de que las niñas también tienen derecho a la educación.
Su Santidad comentó que las decisiones no deben tomarse bajo amenazas ni por la fuerza, como resultado de la intimidación. Esa es una vieja forma de pensar. Ahora, todos somos iguales y tenemos derecho a tomar nuestras propias decisiones.
Mamdouh, de Siria, dirige dos proyectos de construcción de la paz y de desarrollo en tiempos de guerra en los que ayuda a las víctimas de la guerra, a las personas con discapacidad, a las comunidades locales y a los refugiados internos. Describió su frustración al intentar lograr el cambio. Dijo que lleva diez años golpeando puertas; a veces se abren, a veces no. Lo estamos intentando, declaró, y todos podemos ayudar.
Mohamed, de Somalia, tiene experiencia práctica en áreas de justicia post-conflicto, gobierno local y construcción de la paz. Habló de su encuentro con una mujer cuyo caso legal se había prolongado durante años. Consideró que se trataba de un caso en el que la justicia retrasada es justicia denegada. Observó que aunque los derechos están recogidos en la constitución, las personas no pueden ejercerlos. Muchos han abandonado el país en busca de otras opciones, pero cree que si él no se queda, ¿quién se quedará para construir una Somalia más pacífica?
Su Santidad comentó que el mundo se está volviendo más democrático, por lo que las personas pueden alzar la voz y sus voces pueden ser escuchadas.
Isabela, de Colombia, se siente movida a defender la dignidad humana y los derechos fundamentales. Habló de su conmoción cuando su madre le dijo que su padre le había enseñado a usar un arma cuando sólo tenía cuatro años y que había colocado una pistola bajo su almohada a modo de defensa. Isabela se preguntó por qué las personas debían vivir con ese miedo y decidió hacerse abogada. Le preocupa proteger la dignidad humana y que todos los niños tengan acceso a la educación.
Nissa, de Libia, anunció que es una activista del cambio climático. Describió que se sintió conmovida por la película Una verdad incómoda, que la despertó a los hechos sobre la contaminación y el cambio climático. Decidió enseñar a los niños sobre estos temas y se quedó desconcertada al comprobar que los niños pueden entender fácilmente lo que los líderes mundiales aparentemente no pueden.
«El cambio climático es grave —convino Su Santidad—. Tenemos que tomar medidas para reverdecer el mundo plantando y manteniendo más árboles. Hace poco estuve en Ladakh, donde el entorno seco y arenoso está cambiando porque hay más árboles. Ante una crisis como la del cambio climático no podemos permitirnos pelear entre nosotros. Tenemos que trabajar juntos».
Respondiendo de nuevo a las preguntas, Su Santidad repitió que hay que mirar las situaciones desde una perspectiva más amplia. Con respecto al Tíbet, mencionó la profunda herencia cultural de los tibetanos, que incluye una profunda comprensión del funcionamiento de la mente y las emociones. Esta cultura se ha mantenido viva. Señaló con ironía que muy pocos tibetanos se habían hecho comunistas, pero que un buen número de chinos se habían hecho budistas.
Su Santidad informó de que los profesores de las universidades chinas han leído los libros publicados por los tibetanos en el exilio sobre ciencia y filosofía en la literatura budista. Han reconocido que el budismo tibetano ha conservado efectivamente la tradición de Nalanda, que adopta un enfoque científico y de investigación.
Cuando le preguntaron cómo lograr la justicia sin perder la compasión, Su Santidad observó que lo importante era evitar hacer daño. Añadió que ayudar a los seres sensibles puede ser una fuente de gran satisfacción.
«Todos nosotros —añadió—, también los animales, tenemos derechos básicos que debemos proteger».
Cuando se le pidió que explicara cómo hacer oír nuestra voz, Su Santidad respondió que, en primer lugar, debemos ser honestos y, en segundo lugar, actuar por compasión. Eso es lo que hay que hacer. Lo principal es perdonar y practicar la compasión.
David Yang dio las gracias a los miembros de la oficina de Su Santidad, a sus asistentes y al equipo audiovisual. Dio las gracias a los 26 líderes juveniles, que representan una esperanza para el futuro. Y finalmente, dio las gracias a Su Santidad por su inspiradora contribución.
Su Santidad respondió: «Gracias. Como parte de los siete mil millones de seres humanos que viven hoy en día tenemos la responsabilidad de trabajar para crear una humanidad feliz y un mundo pacífico».
A continuación, invitó a los líderes juveniles y al personal de apoyo del USIP a que se sumaran a su almuerzo.