Tokio, Japón - Esta mañana, bajo un sol radiante y un alto cielo azul salpicado de finas nubes, Su Santidad el Dalái Lama abandonó Yokohama. Se dirigió directamente a la Sala de Conciertos al aire libre de Hibiya en Tokio, un teatro de noventa años rodeado de árboles. La mitad de los 2.800 espectadores se sentaron al sol y la otra mitad a la sombra.
El evento fue presentado como una oportunidad para que los jóvenes japoneses conocieran mejor a Su Santidad y escucharan lo que tiene que decir. Otros dos invitados especiales fueron presentados. El actor, director de cine y productor de eventos Kenji Kohashi contó a la audiencia lo conmovido que había estado por una visita al Tíbet. Le obligó a visitar Dharamsala y a encontrarse con Su Santidad. Declaró que siente que debe haber sido tibetano en una vida anterior.
Ai Tominaga comenzó su carrera como modelo a los 17 años en Nueva York y trabajó allí durante los siguientes diez años. Regresó a Tokio y ahora participa en actividades que contribuyen al bienestar social y transmiten la cultura tradicional de Japón. Ha visitado Mongolia. Ella le dijo a la audiencia lo impresionada que había quedado por la calidez de Su Santidad.
«Hermanos y hermanas —comenzó Su Santidad—, es un gran honor para mí tener la oportunidad de compartir mis puntos de vista y experiencias con ustedes. Dondequiera que vaya, hago hincapié en que los 7.000 millones de seres humanos son física, mental y emocionalmente iguales. Todo el mundo quiere vivir una vida feliz y libre de problemas. Incluso los insectos, los pájaros y los otros animales quieren ser felices.
»Lo que nos distingue a los seres humanos es nuestra inteligencia. Sin embargo, hay ocasiones en las que la utilizamos de forma inadecuada, como, por ejemplo, cuando la utilizamos para diseñar armas. Los animales como los leones y los tigres que viven atacando y comiendo a otros animales tienen dientes y garras afilados, pero la naturaleza y los dientes de los seres humanos son más parecidos a los de un ciervo. Utilizamos nuestra inteligencia para satisfacer nuestros deseos, para los que, comparados con los de otros animales, parece que no hay límites.
»Aquí y ahora estamos sentados juntos en paz y placer, pero en este mismo momento, en otras partes del mundo la gente se está matando unos a otros.
»Como he dicho, diseñar armas cada vez más letales es un mal uso de la inteligencia humana y lo peor son las armas nucleares. Ustedes, los japoneses, han sido víctimas de un ataque nuclear y saben cómo es el consiguiente sufrimiento. He estado tanto en Hiroshima como en Nagasaki. En mi primera visita a Hiroshima conocí a una mujer que había sobrevivido al ataque y vi el reloj en el museo que se había detenido en el momento de la explosión y que estaba medio derretido por el calor. Así que, en lugar de usar nuestra inteligencia para crear alegría, el resultado a veces ha sido el miedo.
»Aquí en el siglo XXI debemos hacer un esfuerzo para no repetir los errores del siglo pasado con su interminable serie de guerras. Los historiadores sugieren que 200 millones de personas murieron debido a la violencia durante este período. Es hora de decir 'basta'. Hagamos del siglo XXI un siglo de paz y compasión sobre la base de la unidad de los 7.000 millones de seres humanos que viven hoy en día.
»Hacer demasiado hincapié en la diferencia de nacionalidad, religión o raza culmina en sentimientos de 'nosotros' y 'ellos', en división. Debemos recordar que en un nivel más profundo todos los seres humanos son iguales. Todos queremos vivir una vida feliz, y ser felices es nuestro derecho. En todo el universo hay seres sensibles que buscan la paz y la felicidad. Lo que distingue a los seres humanos en nuestro planeta es que podemos comunicarnos unos con otros, podemos transmitir un sentido de la unidad de la humanidad. Si desarrollamos la paz interior, creo que podemos hacer del siglo XXI una era de paz. Debemos prestar atención a las formas de lograr la paz interior.
»No hay límites naturales entre los seres humanos en esta tierra, somos una familia. En un momento de crecientes desastres naturales, el cambio climático y el calentamiento global nos afectan a todos. Tenemos que aprender a vivir juntos, a trabajar juntos y a compartir lo que tenemos juntos. La forma en que nos creamos problemas no tiene sentido. Lograremos una paz genuina en el mundo si buscamos la desmilitarización, pero necesitamos un espíritu de desarme interno, una reducción de la hostilidad y la ira, para empezar.
»Una madre dio a luz a cada uno de nosotros y nos prodigó cuidado y afecto, pero una vez que vamos a la escuela, nuestro sistema educativo no logra nutrir este sentido de bondad amorosa. En vez de eso, su objetivo es el cumplimiento de metas materiales. Tenemos que reintroducir en la educación valores internos como la calidez de corazón. Si pudiéramos tener un corazón más cálido, seríamos más felices como individuos, contribuyendo también a que las familias y las comunidades sean más felices.
»Los seres humanos son animales sociales. Lo que nos une es el amor y el afecto: el peligro nos separa. Del mismo modo que empleamos la higiene física para proteger nuestra salud, necesitamos higiene emocional, los medios para hacer frente a nuestras emociones destructivas, si queremos alcanzar la paz mental.
»Pertenezco al siglo XX, una era que ya pasó. Pero esto es lo que quiero compartir con ustedes, jóvenes: si empiezan a recoger las causas ahora, vivirán para ver un mundo más feliz y más pacífico. No os conforméis con las circunstancias actuales, tened una visión más amplia».
Su Santidad añadió que cuando el corazón está cerrado conduce al miedo, al estrés y a la ira. Cultivar la idea de la unidad de la humanidad tiene el efecto de abrir el corazón. Cuando piensas en todos los demás seres humanos como tus hermanos y hermanas, es fácil comunicarte con todos ellos. Hace que sea más fácil sonreír, ser cálido y amigable. Dijo que esto es lo que intenta hacer. Para él, ya sean mendigos o líderes, todos los seres humanos son iguales. Si se dice a sí mismo que es budista, tibetano, el Dalái Lama, eso aumenta su sensación de aislamiento.
Observó que Japón ha sido históricamente un país budista, sin embargo, todas las religiones transmiten un mensaje de amor, compasión y autodisciplina. Sus diferencias filosóficas surgieron para adaptarse a personas de diferentes disposiciones, en diferentes momentos y en diferentes lugares y condiciones. El mensaje fundamental del amor sigue siendo el mismo. El budismo, especialmente la Tradición de Nalanda, con su énfasis en la investigación razonada, adopta una postura realista que concuerda con el enfoque de la ciencia. Su Santidad recomendó que para convertirse en un budista del siglo XXI, no basta con tener fe y recitar los sutras, sino que es mucho más importante comprender e implementar lo que enseñó el Buda.
Ai Tominaga dijo a Su Santidad que en su experiencia los jóvenes de hoy tienen un deseo de moda, pero es en el contexto de una preocupación por la libertad, los derechos humanos y la protección del medio ambiente. Le dio las gracias por dar consejos alentadores a la próxima generación.
Kenji Kohashi le dijo que cuando planea eventos musicales y de otro tipo quiere que los jóvenes desarrollen una mayor conciencia de sí mismos. «Tenemos que tomar la iniciativa de conectarnos unos con otros, de lo contrario permaneceremos separados. Para mí, una experiencia cercana a la muerte mientras escalaba montañas y meditaba ha sido una fuente de inspiración».
Un joven que trabaja para una ONG que se ocupa de huérfanos pidió a Su Santidad que comentara sobre el liderazgo y el optimismo.
«Según mi observación —contestó Su Santidad—, las ONG son a veces más eficaces que las agencias gubernamentales, así que aprecio su contribución. Dado que nuestra cultura actual tiende a ser materialista, recurrimos a fuentes externas para su realización. Pero eso puede cambiar. Mira cómo han cambiado las actitudes populares ante la guerra. A principios del siglo XX, si una nación declaraba la guerra, la gente se unía orgullosa y sin cuestionar. Compare eso con la resistencia en Estados Unidos a la guerra de Vietnam o con los millones de personas en todo el mundo que marcharon para protestar contra la guerra contra Irak.
»Ciertamente soy optimista, porque ceder al pesimismo conduce a la derrota. Me comprometo a tratar de revivir el interés en lo que el antiguo conocimiento indio tiene que decirnos sobre el funcionamiento de nuestras mentes y emociones: el objetivo es lograr la paz mental».
Al pronunciarse las palabras de agradecimiento, los organizadores del evento del Instituto Sherab Kyetsel Ling entregaron ramos de flores a Su Santidad y a los demás invitados. Una persona del público corrió a la parte delantera del escenario y le ofreció a Su Santidad un sombrero de punto que parecía un girasol. Con una mirada de diversión se lo puso.
Mañana visitará el Instituto Sherab Kyetsel Ling donde enseñará los Ocho Versos para Entrenar la Mente.